lunes, 9 de julio de 2018

DESTIERRO DE LA LETRA



Vuelvo como siempre al silencio de la noche, 
en ese punto en el que mis amadas musas se revelan, 
acompañando el delirio habitual de éstas horas. 
En mitad 
del revuelo de sin razones que causan esas
 musas mías, concibo saborear algunas palabras, 
ya casi obsoletas de mi paladar. 
Aturdida por las causas 
de siempre, agotada 
por ese cotidiano pesar; 
procuro no en vano, hundirme entre mis letras. 
Y viene a mí la palabra serendipia,
 como ella misma es; sencillamente seduce a mi lengua 
con esa suavidad 
que sólo aquellas olvidadas
 consiguen; 
luego en un aluvión de vocablos algunas frases 
comienzan a encontrar sentido, soledad, silencio, oscuridad, 
todo cuanto necesitan estas musas sedientas 
para dejar brotar 
aquello que quiero callar al sol.
                      Esas lágrimas que ayer
                               olvide, 
aquel aroma en la cama 
que pensé olvidado, 
                    tal vez, 
                    el eco lejano 
del mar al romper contra el malecón. 

Volverme loca, 
dejarme llevar por los delirios de la madrugada, 
placida abandonarme para ser letra 
volverme loca y continuar 
atenta a los esputos de mis apasionadas musas, 
permitir que las letras
 dominen mis sentidos y la lujuria 
se evoque entre las líneas
 incoherentes, 
dejar que vengan a mi lengua
 palabras exuberantes y rimbombantes para calmar 
ésta necesidad del verbo que mi piel anhela.

Vuelvo como siempre, a la letrilla enmarcada,
 a esas letras añejas que se fusionan
 entre el morichal y los olivos. 
Vuelvo como siempre al silencio de la noche, 
a ese momento en el que abandono mi cuerpo
 y soy la oración que busca rima, 
esa rima que desespera buscando
 una mirada que la lea.


Maldito vicio que, en ti muero.